El fotógrafo Rogelio Cuéllar celebra sus 75 años con una edición especial que reúne 25 de sus retratos más emblemáticos de artistas y escritores. Las imágenes, seleccionadas por su compañera María Luisa Passarge, no solo destacan por su fuerza visual, sino que están acompañadas de anécdotas que revelan momentos íntimos y únicos de los retratados.

Autodidacta y apasionado del blanco y negro, Cuéllar inició su carrera a los 17 años y desde finales de los años sesenta ha construido un archivo monumental con cerca de 800,000 negativos. Su lente ha documentado a los grandes protagonistas de la literatura y las artes plásticas de México, participando en suplementos culturales y publicaciones que dieron forma al panorama artístico del país.

Su estilo fotográfico se caracteriza por la discreción y la sensibilidad. Con una presencia silenciosa, logra captar la esencia de sus sujetos sin alterar el ambiente. Más que posar, Cuéllar busca el diálogo sutil entre la mirada del retratado y la cámara, ese instante que revela la verdadera personalidad del personaje.

Entre las historias que acompañan sus retratos se encuentran momentos memorables, como Jorge Luis Borges sorprendido en un mingitorio y soltando una carcajada ante el clic de la cámara, o Rufino Tamayo concentrado en su obra, de espaldas al fotógrafo. También figuran imágenes de Juan Rulfo, Rosario Castellanos, Carlos Monsiváis o Julio Cortázar, cada uno retratado en contextos que reflejan tanto su entorno como su carácter.

El archivo de Cuéllar, resguardado en su hogar de la Colonia Condesa, es un verdadero universo cultural: fotografías, negativos, libros, revistas y obras de arte conviven en un espacio caótico que atesora décadas de historia artística. Esta nueva edición limitada ofrece no solo retratos, sino fragmentos vivos de la memoria cultural de México, con un sentido estético y editorial de gran calidad.

Cuéllar, quien controla cada paso de su proceso —desde la toma hasta la impresión en cuarto oscuro—, ha consolidado un legado invaluable. Su trabajo trasciende la imagen: es un testimonio profundo del encuentro entre los creadores y la mirada atenta de quien, cámara en mano, ha sabido narrar la historia cultural de un país.

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